Escribo
porque me gusta y es la única satisfacción que puedo darme, con ello mi mente
viaja hasta lo más recóndito de la realidad que vivo, afloro cuanto me sucede, surge
la inspiración adecuada y expreso mi sentir.
Mi
honestidad no ha sido suficiente para navegar en medio de las adversidades,
algunas de ellas añejas y otras nuevas que no me ha sido posible superar, haciéndome más estrecho el camino por donde
habré de pasar para lograr el otro lado.
No es
que lo que me sucede sea extraordinario, es como me llega, como lo interpreto y
como me trasciende. Al externarlo y compartirlo, estoy aligerando mi carga
crucial, esperando al menos que el eco me regrese respuestas que me ayuden a
entender y aceptar que no estoy siendo receptivo de lo que creo que debiera
sucederme; cuando así fuera, podre seguir aun reacio, este camino que me viene
colmado de turbulencias y que cada vez lo resuelvo menos.
Me
reflejo en situaciones ajenas, mis ilusiones se agrandan, doy forma a mis
fantasías, las disfruto por unos momentos y me duele el despertar a mi tiempo.
Mi
impotencia obligada me conduce al sentimiento injusto, observo y mejor cierro
mis ojos para no acelerar los latidos, ni tensar mis músculos, no puedo aunque
quiero hacer más de lo que estoy haciendo, mi circunstancia está perfectamente
diseñada para mi percha y cuando intento alterar o modificar mis cánones preestablecidos,
al parecer estoy siendo sancionado en la medida que me es más difícil llevar a cabo mi empresa.
Mi fe
no logra mover montañas y no es que sea poca, más bien presenta cuarteaduras
provocadas por su inconsistencia a raíz de los seguidos movimientos bruscos a
los que ha sido sometida hasta donde me ocupo.
Mi
paciencia se ubica en los niveles más bajos de mi historia, ha sido agotada por
la angustiosa espera de todo lo que no me ha sido dado en tiempo y forma y me
siento incomodo por lo que he recibido y no se ajusta a mis requerimientos.
En
ocasiones quisiera obrar a conciencia, pero mis principios me lo reprochan,
estoy en la mira de lo irregular frecuente, es como remar contra la corriente
al no haber mejor alternativa y esta obligación complica más el propósito que
me dispongo.
En el
entendido que hacer buenas obras conlleva a la obtención de indulgencias,
amanece y en mi mente programo, que debo lograr el mayor número de ellas a fin
de menguar las culpas que voluntaria e involuntariamente me han sido adjudicadas;
el esfuerzo aplicado me desgasta y me debilita hasta el grado de optar por la
graciosa desertación y ocuparme de lograr lo similar pero por otros medios.
En mi
humanidad entera existe la sensación de corresponderme todo lo original para lo
que está constituida mi forja, sin embargo solo percibo y recibo de forma
indirecta aquello que mínimamente logra mi erguidez.
Mi
entorno me ofrece toda clase de incongruencias, me obligo a aceptar la mayoría
de ellas en la medida que debo mantenerme con forma y carácter, pero en el
sentido extremo de la inconformidad y al no tener mejor ocasión de elegir.
Dada
mi circunstancia, he reusado de lo que no aplica a mi persona, sacrificando aun
aquello que directamente me es esencial e indispensable, con el único propósito
de no declinar ante lo irremediable y lograrme la meta propuesta.
Vivido, pensado y escrito por: Ignacio Cisneros Torres
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